Cierta vez, siendo Gobernador, Celestino Gelsi concretó una escapada nocturna a Las Termas de Río Hondo. La Legislatura intentó interpelarlo: ¿cómo se le había ocurrido ausentarse de la provincia sin pedir permiso? Y Gelsi, veloz y ocurrente, retrucó: “no tengo que pedir permiso porque Las Termas pertenece a Tucumán”. Ingenioso y pícaro como era, Gelsi hasta podría haber esgrimido la historia. Porque Santiago del Estero, como Catamarca, formó parte de la Gobernación de Tucumán, y si logró la autonomía fue el cabo de una guerra fratricida. Del fin de ese conflicto se cumplirán 200 años el 5 de junio. Es el aniversario de la firma del Tratado de Vinará, pacto que lleva el nombre de esa pequeña localidad ubicada a 14 kilómetros de -justamente- Las Termas de Río Hondo.
¿Cómo y por qué llegaron a la guerra Tucumán y Santiago del Estero? ¿Y cuáles fueron las consecuencias de ese proceso? Facundo Nanni, Doctor en Historia y especializado en ese período tempestuoso y apasionante del siglo XIX, sirve de sherpa en este viaje que tiene, del lado tucumano, un protagonista excluyente: Bernabé Aráoz.
- Ubiquémonos en el tiempo.
- Si nos vamos a la Colonia, hablar de Tucumán hacía referencia casi a la mitad de lo que es hoy el país, sacando el puerto: Córdoba del Tucumán, Salta del Tucumán, etcétera. Después, ya en la etapa de las guerras de la Independencia, hay un momento que es crucial para el norte: 8 de octubre de 1814. Ese día se publica el decreto del Director Supremo, Gervasio Posadas, en el que se construye la Gobernación de Tucumán, separada de Salta. Y en esa integración se incluye a lo que es hoy nuestra provincia, con la ciudad cabecera de San Miguel y sus alrededor de 4.000 habitantes, Santiago del Estero y Catamarca.
- ¿Cómo cayó en la región esta movida dispuesta desde Buenos Aires?
- Es un mundo geopolítico e institucional que no hay que pensar con la identidad o con la geografía actuales. Tucumán ya se había trasformado por la guerra, por la batalla de 1812 y por la presencia de Belgrano, además la ciudad había cobrado relevancia. Las tensiones se notaron casi al día siguiente de la publicación del decreto de Posadas. Aglutinar a Tucumán con Santiago y Catamarca provocó resistencia y rechazo. Por eso al poco tiempo, cuestión de meses, se registraron las primeras acciones militares rebeldes del lado santiagueño, anteriores incluso a Juan Felipe Ibarra, encabezadas por Pedro Isnardi y por Juan Francisco Borges. Es más; Santiago trajo sus representantes al Congreso de 1816, pero estaba integrada a Tucumán. Quería la autonomía pero no la lograba.
- ¿Y cuál era el panorama aquí?
- El que mandaba era Bernabé Aráoz. Él era el hombre fuerte de la época, nuestro caudillo. Sería el equivalente tucumano de Facundo Quiroga en La Rioja, de Martín Güemes en Salta o Ibarra en Santiago. Podemos sumarle a los caudillos del Litoral o a Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires.
- ¿Cómo había construido Aráoz su poder?
- Él encarnaba el bernabeísmo. En aquel momento ya se usaban los ismos y eso me parece muy interesante. Eran facciones, como tatarabuelas de los partidos políticos, que generaban referencias en el lenguaje. De eso se trataba el bernabeísmo. Araóz participa en la Batalla de Tucumán y empieza a empoderarse. Era un gran hacendado, venía de una familia que entroncaba desde Pedro Miguel Aráoz y Gregorio Aráoz de La Madrid hasta Juan Bautista Alberdi. Lideraba una facción con vínculos familiares y extrafamiliares, abarcando lo social y lo económico, y con mucha tracción en el universo territorial, Era capaz de juntar 4.000 hombres para llevarlos a una batalla. Era un líder popular y por eso mucha gente del Cabildo no lo quería. Lo mismo le pasaba a Güemes en Salta. Aráoz tenía más opositores en el pequeño núcleo urbano de San Miguel de Tucumán que en la campaña.
- ¿Cómo llegamos a la guerra con los santiagueños?
- Aráoz tiene dos grandes gobernaciones, una de 1814 a 1817 y después del 19 al 21, cuando forma la República de Tucumán. En ambas encuentra mucha oposición, pero sobre todo en la segunda, porque coincide con un país que se está desarticulando y Santiago y Catamarca rechazan todas esas cuestiones fiscales, económicas y administrativas que Aráoz establece desde San Miguel de Tucumán. Eso desembocó en la guerra. Hubo dos batallas importantes; una en Los Palmares, que fue un triunfo de los santiagueños apoyados por Güemes, y la de Rincón de Marlopa, que es una victoria de Bernabé. Pero también muchas escaramuzas y muertos de ambos bandos, lo que conduce al Tratado de Vinará.
- ¿No estuvo la posibilidad de un arreglo político?
- Santiago venía ya desde 1814 con la voluntad de separarse, y lo hacía por medio de una política en armas. Un año antes de Vinará, en abril de 1820, habían elevado un Acta de Autonomía, firmada por Ibarra y el grupo que lo apoyaba, pero Aráoz la rechazó porque seguía empeñado en mantener el poder. Los catamarqueños esperaron un poco más hasta que consiguieron escindirse con menos enfrentamientos militares.
- ¿Vinará marcó un antes y un después?
- El tratado fue importante en ese instante y también proyectado en el tiempo, por ejemplo al momento de la redacción de la Constitución Nacional, cuando se habla de los pactos preexistentes. Tenemos la idea de que todo lo importante que pasa en el país sucedió después de 1853 o que el orden llegó después de 1880. Y no, hay una dialéctica entre el orden y el desorden, pactos previos a 1853 entre pueblos devenidos en provincias soberanas.
- ¿Y qué significó para Tucumán?
- Santiago consiguió la autonomía y hay un bernabeísmo vencido, que tiene que ver con el crecimiento de otros caudillos y de otras provincias. Ibarra en Santiago y Güemes en Salta equilibran el liderazgo de Aráoz.
- ¿Por qué Güemes jugó para Santiago?
- Hay algunas acusaciones históricas a Aráoz. La clásica es que no colaboraba con la organización nacional y eso a Güemes le importaba mucho, porque él estaba a cargo de la defensa contra los realistas. Eso aparece en la correspondencia de Güemes. Pero como toda explicación, es multicausal. También hay una disputa territorial, porque las provincias se están definiendo. Si se ve fuera de los egos y de los caudillos, como una dinámica de soberanía, las jurisdicciones se están delimitando y eso genera tensiones. En cuanto a los personajes en sí, a Aráoz sus detractores le decían “godo”, una forma de llamarlo español o antipatriótico, una acusación más vieja que las alpargatas. Y no sólo eran Güemes e Ibarra, también Bustos desde Córdoba.
- ¿Qué pasó con Aráoz después de Vinará?
- Hay una década, de 1814 a 1824, hegemonizada por Aráoz, pero desde 1821 se provocó la declinación del héroe, si queremos graficarlo como una tragedia griega. Bernabé tiene un ascenso, es nuestro primer Gobernador, anfitrión del Congreso de la Independencia y creador de la República de Tucumán, un intento interesante y audaz, pero frágil, y no le va bien. Ahí arranca la parábola descendente. Vinará implica la pérdida del liderazgo de Aráoz y el crecimiento de Santiago del Estero. Hay también una caída de Tucumán y de su preponderancia, hasta que Alejandro Heredia intenta recuperarla en la década de 1830. Es interesante ver cómo todo eso se va moviendo.
- ¿Cómo puede leerse el final de esta guerra entre Tucumán y Santiago en el panorama nacional?
- El Tratado de Vinará especifica el reconocimiento de las autonomías provinciales, que será importante para la Constitución de 1853. En esa época tan compleja también había lugar para los acuerdos y tratados que incluían, en este caso, respetar a los prisioneros de guerra, terminar con las batallas y generar una idea de fraternidad entre las provincias. En Vinará se acuerda también una protección particular en la frontera con los pueblos originarios, en Avipones. Todo es muy importante como legado.
- Más allá de que perdió esa guerra, ¿dónde quedó Aráoz en el imaginario tucumano?
- No tenemos una identificación muy grande con él, quizás hemos hecho un culto cívico de otras figuras. Es difícil de explicar. De Marco Avellaneda hicimos una efigie en todo sentido; de Bernabé Aráoz mucho menos. A lo mejor eso puede cambiar. A nuestro primer Gobernador, al que habilita la imprenta, el que recibe al Congreso de la Independencia, al que instala la primera Constitución de la Provincia en 1820, el que hace la primera abolición del Cabildo, a ese pionero, no lo hemos incorporado al discurso de nuestra identidad.